Por Carlos Primera.
El término “negocio” es de uso frecuente en la literatura
sobre organizaciones y se refiere a la actividad o las actividades
fundamentales que hacen posible el logro de los objetivos organizacionales, que
en líneas generales se traducen en productos o servicios. Por ejemplo, el negocio de una organización
como la universidad, se asocia a la producción de conocimiento y la formación
de profesionales competentes y con sensibilidad social. Otro ejemplo, el negocio
de una empresa refinadora de petróleo es la producción de derivados, tales como
gasolina, lubricantes y diesel, por nombrar algunos.
Por otro lado, la palabra “continuidad” está asociada a verbos como durar, permanecer,
seguir o extenderse; en este contexto, dicha palabra expresa que el negocio de la organización,
dure, permanezca, siga, se extienda o se restablezca, si ocurre algún evento
perturbador. Para el logro de esa continuidad, es necesario que la gestión
realice una serie de diligencias, que preparan a la organización, para
reaccionar oportunamente, en el restablecimiento de la producción del servicio
o producto, en un lapso de tiempo perentorio.
La gestión de la continuidad del negocio BCM (Business
Continuity Management), por sus siglas en inglés, se fundamenta en el Plan de
Continuidad del Negocio (BCP). Este plan describe procesos, procedimientos,
recursos y responsables que se activan inmediatamente de la ocurrencia de
alguna perturbación en el normal funcionamiento de la organización, por supuesto,
si la ocurrencia afecta la continuidad
del negocio, a un nivel intolerable.
Por ejemplo, si a una compañía proveedora de servicios de
telefonía celular le derriban algunas de sus antenas, el servicio se suspende
temporalmente. Para enfrentar esa eventualidad, la compañía debe tener un BCP
que le permita restablecer el servicio parcialmente o totalmente en un tiempo
perentorio que se fija durante la elaboración del plan. A continuación los
procesos asociados a la elaboración del BCP.
Figura 1. Procesos en la Elaboración del BCP.
La figura 1 muestra los procesos asociados al BCP. En el
primer proceso la organización funciona normalmente y es el momento de realizar
el plan o de probarlo. Para la realización es necesario identificar las
amenazas al normal funcionamiento. Dicha identificación permite establecer los
riesgos asociados y se analizan sus impactos potenciales. Los impactos
potenciales se convierten en el insumo fundamental para generar el BCP. El BCP
contiene una descripción detallada de procesos, procedimientos, recursos y
responsables que se activan inmediatamente que ocurre alguno o algunos de los
riesgos identificados.
Una vez elaborado el BCP es necesario probarlo en vivo,
involucrando toda o parte de la organización. La prueba es vital porque permite
identificar posibles fallas, las cuales, se recopilan con los resultados de la
prueba; estos aspectos alimentan al equipo encargado de actualizar el plan. El
plan actualizado contiene las mejoras, producto de la prueba en vivo. La prueba
asegura la eficiencia y fiabilidad del plan y es importante realizarla con la
periodicidad que fije la organización.
Resumiendo, todas las organizaciones necesitan un BCP para
reaccionar asertivamente a la ocurrencia de alguna perturbación a su normal
funcionamiento. Es justo advertir que a
pesar del plan, pueden surgir imponderables, pero estos deben tener una
mínima probabilidad de ocurrencia, si el plan ha sido elaborado adecuadamente.
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